Muy buenos días queridas y queridos Teamers!!
os comparto un testimonio que nos anima y da esperanza para seguir trabajando, lo vale!!!
El miedo me paralizaba. Sentía que algo no iba bien. Era demasiado pronto para dar a luz. Las contracciones me sorprendieron en mitad de la noche, en mi pequeña casa de adobe. Apreté los dientes y recé.
Corrimos al centro de salud más cercano. Aquel lugar que, hasta hace poco, yo temía porque pensaba que las mujeres como yo solo podían dar a luz en casa. Pero esta vez era diferente. Había aprendido que allí, las matronas estaban preparadas. Allí, mi hija tendría una oportunidad.
El dolor aumentaba con cada minuto. Todo pasó muy rápido. Demasiado rápido.
Y entonces… el silencio.
Mi hija había nacido, pero no respiraba.
Mi cuerpo entero temblaba. La miré y mi corazón se detuvo.. Sus pequeños labios no emitían sonido. Era como si no estuviera allí. Como si la vida se le escapara sin haber empezado.
Una matrona gritó el nombre de su compañera. Otras dos se acercaron corriendo. Sabían qué hacer. No lo dudaron. Habían aprendido a luchar contra el silencio, a arrancar a los bebés de las garras de la muerte.
Comenzaron la reanimación.
Vi sus manos moverse con rapidez pero con una precisión absoluta. Le daban aire con una pequeña máscara, hablaban entre ellas con urgencia pero con seguridad. Yo no podía hacer nada. Solo observar, rezar, llorar.
"Vamos, pequeña, respira, respira…"
Un segundo.
Dos.
Tres.
Nada.
Mi cuerpo se rompió en mil pedazos. No podía soportarlo más. El tiempo se volvió espeso, la angustia me ahogaba. ¿Se me estaba yendo mi hija? ¿La había perdido?
Y entonces…
Un suspiro.
Un pequeño jadeo. Un sonido apenas audible, pero suficiente para hacer que la esperanza se abriera paso en mi pecho.
Otro suspiro.
Y de pronto, un llanto.
El sonido más hermoso que jamás había escuchado.
Mi hija había vuelto a la vida.
Las matronas se miraron unas a otras. Sonrieron. Sabían que lo habían logrado. Se giraron hacia mí y una de ellas, con lágrimas en los ojos, me dijo:
"Está con nosotros. Tu hija está viva."
Yo me desplomé en el suelo, incapaz de contener el llanto. La envolvieron con telas y la sostuvieron cerca de mi pecho. Pero su batalla aún no había terminado. Era demasiado pequeña, demasiado frágil. Necesitaba más cuidados.
Las matronas no perdieron tiempo. Sabían que en el Hospital de Gambo había una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, que allí podrían ayudarla. Prepararon su traslado con una rapidez impresionante.
Cuando llegamos al Hospital General de Gambo, el equipo médico ya nos estaba esperando. Colocaron a mi pequeña en una incubadora, le dieron calor, alimento, oxígeno. Cada segundo, cada aliento, era un milagro.
Gracias
Questo forum è riservato solo ai teamer e ai teaming manager di questo gruppo.
Per commentare: